Bueno, ya hemos visto a Loli and the Chones. Ufffffffff. ¿Y ahora qué?
Uno se siente vacío después de estas cosas...
Os dejo con un fragmento de una de mis exitosas novelas fotocopiadas.
Una época de ensueño que hoy recordamos con la neblina matinal que provocan las legañas en nuestro despertar. Una época de despertares, de faldas de colegialas, de rizos, bucles y contrabucles, de tupés grasientos y de neumáticos de impoluto caucho blanco. Bandas uniformadas, delincuentes juveniles, fiestas en la fraternidad y Rock’N’Roll en la radio del Cadillac de papá.
En un país marcado por lo novedoso, sin prehistoria, sin historia, pero fieles a la Carta Magna. Algodón y esclavitud, ferrocarril de dos direcciones: del Alfa al Delta, del Delta al Alfa. Azote del nazismo alemán, refugio de los patriotas de sábana blanca. Un caballo sobre las patas traseras y ondeando una bandera de doble cara. Dos banderas, un país, rotativas, azufre después del click, recuerdos...
Recuerdos en blanco y negro. Un enorme globo de chicle explota y estalla una reacción en cadena: suena el timbre de la escuela, suena la alarma de los bomberos, suenan las sirenas de la policía, suena una canción de Eddie Cohran...
Minifaldas y pantorrillas de alambre, suéteres anudados sobre los hombros. Un beso con lengua e intercambio de chicle. Un pupitre con corazones, dos erres y un nexo de unión. Una oración. La tiza chirría enturbiando el encerado. Comienza la clase. Esclavos durante 50 minutos; toda una vida.
“¿Querría el Sr. Donald Montgomery explicarnos el teorema de Arquímedes?”.
Donald se levanta de su asiento, se acaricia la nuca y mira al suelo.
“Básicamente consiste en que cuando un hombre mira los pechos de una mujer, su rabo crece proporcionalmente al volumen del líquido que va a desalojar”.
Se sienta. Los compañeros se ríen y Marie Lou está segura de que lo ama con locura.
Los estudiosos de la materia marcan este episodio en el Instituto Nacional Licolm de Massachussets como el inicio de la carrera delictiva de Elvis Reagan. Todo se saldó con un tirón de orejas y una visita al despacho del director; pero el germen maligno ya estaba creciendo en el estómago del joven Donald Montgomery.
“Recuerdo que aquella profesora tenía un trasero descomunal. Y cuando digo descomunal me refiero a que me hubiese gustado meter mi manguera en su precioso culo y lavar sus intestinos con mi esperma”.
No le faltarían oportunidades al indómito rockabilly...
En un país marcado por lo novedoso, sin prehistoria, sin historia, pero fieles a la Carta Magna. Algodón y esclavitud, ferrocarril de dos direcciones: del Alfa al Delta, del Delta al Alfa. Azote del nazismo alemán, refugio de los patriotas de sábana blanca. Un caballo sobre las patas traseras y ondeando una bandera de doble cara. Dos banderas, un país, rotativas, azufre después del click, recuerdos...
Recuerdos en blanco y negro. Un enorme globo de chicle explota y estalla una reacción en cadena: suena el timbre de la escuela, suena la alarma de los bomberos, suenan las sirenas de la policía, suena una canción de Eddie Cohran...
Minifaldas y pantorrillas de alambre, suéteres anudados sobre los hombros. Un beso con lengua e intercambio de chicle. Un pupitre con corazones, dos erres y un nexo de unión. Una oración. La tiza chirría enturbiando el encerado. Comienza la clase. Esclavos durante 50 minutos; toda una vida.
“¿Querría el Sr. Donald Montgomery explicarnos el teorema de Arquímedes?”.
Donald se levanta de su asiento, se acaricia la nuca y mira al suelo.
“Básicamente consiste en que cuando un hombre mira los pechos de una mujer, su rabo crece proporcionalmente al volumen del líquido que va a desalojar”.
Se sienta. Los compañeros se ríen y Marie Lou está segura de que lo ama con locura.
Los estudiosos de la materia marcan este episodio en el Instituto Nacional Licolm de Massachussets como el inicio de la carrera delictiva de Elvis Reagan. Todo se saldó con un tirón de orejas y una visita al despacho del director; pero el germen maligno ya estaba creciendo en el estómago del joven Donald Montgomery.
“Recuerdo que aquella profesora tenía un trasero descomunal. Y cuando digo descomunal me refiero a que me hubiese gustado meter mi manguera en su precioso culo y lavar sus intestinos con mi esperma”.
No le faltarían oportunidades al indómito rockabilly...
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